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La Sociedad Mexicana de Ingeniería Sísmica organizó el XVI Simposio Nacional de Ingeniería Sísmica vía online para entablar conversación en torno a la práctica, responsabilidad y códigos sísmicos de México, así como para analizar a profundidad la normativa en diferentes países de alto riesgo sísmico e identificar áreas que se pueden mejorar.
 
El Dr. Mario Ordaz Schroeder, investigador del Instituto de Ingeniería (IIUNAM), impartió la Conferencia Magistral: Evolución de la Ingeniería sísmica en México, en donde hizo un recuento de cada una de las normativas que se registraron en el país para analizar el progreso que han tenido los reglamentos a lo largo del tiempo.
 
Las normas sísmicas están por cumplir 80 años de antigüedad -desde su primera aparición en 1942, hasta la más reciente en 2018- con sus respectivas actualizaciones, donde la mayoría de ellas fueron dictadas posteriormente como consecuencia de los grandes temblores que han sacudido a la Ciudad de México.
 
El Dr. Ordaz, comentó que, a diferencia de otros países como Chile o Japón, la reglamentación mexicana es de competencia municipal, y existen alrededor de 2,500 municipios. “Tenemos muchos tipos de normas, más de 40 reglamentos de construcción diferentes, entre las eléctricas, las petroleras, entre otras, que no son necesariamente coherentes entre sí.”
 
“Por lo tanto, han habido muchos intentos de homogeneización, pero todos fallaron, por lo que existe una desconexión entre ellas”. Sin embargo, dijo, muchos de los reglamentos  municipales están basados en las normativas de la Ciudad de México y de la Comisión Federal de Electricidad (CFE).
 
Los primeros ajustes de los reglamentos de la CDMX fueron en 1959, surgidos a raíz del sismo de 1957, del famoso “Sismo del Ángel”. Ahí se dieron varias innovaciones en la distribución de fuerzas sísmicas con la altura del edificio, también se añadió por primera vez el método dinámico de análisis y apareció la primera restricción de desplazamiento lateral en las estructuras, así como la obligatoriedad de uso de coeficientes mayores en la zona del lago.
 
Posteriormente, se dieron las reglamentaciones de 1966, 1976, 1985 y 1989, pero fue hasta el 2004 cuando se vieron nuevamente grandes cambios que incluyeron modificaciones interesantes en el Apéndice A, de acuerdo al doctor en ingeniería, ya que se incluyeron las formas y tamaños realistas de los espectros de diseño, la transparencia en la aplicación de factores reductivos y los espectros de diseño específicos en vez de espectros por zonas.
 
La última versión son las normas de 2018, que no se modificaron por consecuencia del temblor de 2017, sino que ya estaban terminadas cuando sucedió el terremoto de magnitud de 7.1, donde varios puntos que eran de uso opcional se modificaron a uso obligatorio. Además, se agregaron otras consideraciones.
 
Se hizo obligatorio el uso de análisis paso a paso de edificios altos en la zona del lago, lo cual genera la necesidad de ser capaces de generar acelerogramas sintéticos adecuados, a la vez que desaparece el método simplificado de análisis estructural y se solicitan los espectros específicos de sitio en el portal SASID.
 
“Hoy por hoy nuestra mejor arma para mitigar el riesgo sísmico es la normatividad correcta. En México hemos sido bastante creativos para hacer normas que han aportado al mundo cosas muy interesantes, somos muy buenos haciendo normas, pero no tan buenos para hacerlas cumplir, no hemos sido capaces de cerrar el ciclo”, puntualizó.
 
 
 
 
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