Ing. Daniel Ruiz Fernández

 

Sol Levin es muy exacta al retratar a Daniel Ruiz Fernández como un “ingeniero mexicano que ha luchado desde todas las trincheras, uno de esos constructores a los que México les debe el desarrollo del que disfruta en las primeras décadas del siglo XXI” y es que, el Ingeniero Daniel Ruiz Fernández trabajó siempre por el desarrollo de nuestro país desde múltiples ángulos. Él fue el gran ingeniero de México que España vio nacer.  
 
Llegó al mundo en diciembre de 1927, en medio de una época de agitación política y de cambios alrededor del planeta, mismos que años más tarde le hicieron realizar junto a su familia un largo recorrido para huir del franquismo, desde Madrid, Valencia y Barcelona; cruzando a pie la frontera con Francia para instalarse en un campo de refugiados, en donde pasaría casi dos años. 
 
Fue así que, frente a los conflictos bélicos internacionales que se avecinaban, Daniel Ruiz Fernández y su familia lograron salir de Francia y partir hacia un lugar completamente diferente de lo que conocían: el clima tropical de la isla caribeña de República Dominicana, país que recibió a casi cuatro mil refugiados españoles como colonos agrícolas, y donde no estarían mucho tiempo, pues su padre, Roberto Ruiz, miembro del partido Izquierda Republicana y un hombre con gran visión, logró llegar a México y con esfuerzo, reunir a su familia nuevamente para establecerse juntos en la Ciudad de México. 
  
Esta visión de crecer y crear una vida mejor, fue heredada a los cinco hijos del matrimonio de Roberto Ruiz y Antonia Fernández. Daniel Ruiz Fernández, antes de convertirse en un profesional exitoso y de renombre, se preparó en la Academia Hispano-Mexicana y trabajó en la fábrica Vulcano, una industria siderúrgica cuyo sector era prácticamente inédito en México. 
 
Llegado el turno de la Universidad, estudió en la entonces Escuela Nacional de Ingenieros, donde tuvo como profesores a grandes personalidades como Javier Barros Sierra, Nabor Carrillo, Antonio Cora, entre otros. Ahí siguió demostrando su gran capacidad y compromiso, al redoblar esfuerzos y conseguir graduarse de la carrera en cuatro años. 
 
Caracterizado por ser un ingeniero con la visión de construir un México moderno a través de la infraestructura urbana; su legado se extiende casi en todos los rincones del país: iniciando por el edificio que fue tema de su tesis, aquel estacionamiento de la calle Gante y 16 de septiembre, que, a pesar de los años y los sismos, sigue íntegro y con el que es posible que hayan comenzado las cimentaciones compensadas.  
  
Ruiz Fernández perteneció a las generaciones más antiguas de Ingenieros Civiles Asociados (ICA), y para ese entonces, había pasado ya a trabajar en la filial ECSA, encargada de las estructuras. Su trabajo, puede ser observado en lugares emblemáticos de la ciudad como el mercado de La Merced o el Rastro frigorífico. Su paso por la Secretaría de Obras públicas quedará plasmada en los recintos olímpicos como el Velódromo, la Alberca y Villa Olímpicas, entre otros, como el Palacio de los Deportes, cuyo modelo estrenó el Túnel de Viento del Instituto de Ingeniería.  ​

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Su amor y compromiso con la UNAM lo llevaron a participar en la creación de Ciudad Universitaria. Como él lo contaba, la construcción en tiempo y forma de la Torre de Ciencias, en la que fue residente, fue crucial para tener el apoyo del presidente Miguel Alemán y así continuar con el proyecto. Posteriormente, participó en la Torre de Humanidades, y la edificación de facultades como la de Ingeniería, Odontología, Veterinaria y la mitad del Estadio. 
  
En una entrevista, comentó a Daniel N. Moser lo siguiente: “Yo consideré la docencia como una obligación, es decir, la Facultad nos había dado mucho y lo mejor era tratar de colaborar, retribuir parte de lo que le debíamos a la Universidad” y no hay mejor ejemplo de ello que su carrera de 23 años como profesor de Estructuras, en donde combinaba hábilmente la teoría y la práctica. 
  
También, esta visión innovadora hizo reestructurar la forma de trabajo en el Instituto de Ingeniería. A su llegada a la dirección para el periodo 1970-1974, empleó mecanismos para hacer más eficiente y práctico el trabajo de los investigadores.  
 
En esta época, se construyó el edificio 2; la pista de prueba para el diseño de pavimentos; la mesa vibradora; la cámara triaxial para pruebas de enrocamiento, mismas que permitirían al Instituto posicionarse como un centro de investigación en ingeniería de la más alta calidad. 
  
Su paso por la Universidad culminó con su trabajo en la Dirección General de Planeación. Al lado del rector, el Dr. Guillermo Soberón, participó en la creación de las cinco Escuelas Nacionales de Estudios Profesionales (ENEP), las cuales fueron una respuesta eficaz ante la explosión demográfica de la época y sus exigencias de educación superior.  
  
Su aportación a la educación en México continuó, pero esta vez desde la construcción de infraestructura educativa. Fue llamado por el entonces Secretario de Educación Pública, Fernando Solana, para estar al frente del Comité Administrador del Programa Federal de Construcción de Escuelas (CAPFCE), puesto en donde estaría once años y en cuya gestión se construyeron más de 66 mil escuelas de educación básica; las edificaciones del recién creado CONALEP, así como los edificios y centros de cómputo que la SEP instaló en todos los estados de la República Mexicana. 
 
  
No se puede hablar del Ingeniero Daniel Ruiz Fernández sin recordar también la huella que dejó en instancias como la Dirección de Obras, en el entonces Departamento del Distrito Federal, en donde tuvo a su cargo la infraestructura de la ciudad más grande del país y en donde destacó, con la visión y planeación que lo caracterizaban, con el proyecto de la línea 8, A y B del Sistema de Transporte Colectivo Metro, el Drenaje Profundo, el Gran Canal, el acueducto perimetral así como hospitales, vialidades, puentes, plantas de tratamiento, entre muchos otros. 
  
Su vasta experiencia lo llevó a compartir sus conocimientos y fungir como asesor en la Comisión Nacional del Agua, y posteriormente, en la empresa INPROS, donde al lado de su hijo Roberto, trabajó con el Ingeniero y ex alumno Carlos Slim, en los proyectos de ingeniería civil de Grupo Carso. “Nosotros propusimos la piel del Museo Soumaya” comentaba al hablar de las reuniones con Óscar de Buen.  
  
Así fue que tuvo participación en obras tan relevantes como el Centro Citibanamex, el edificio de la Secretaría de Relaciones Exteriores, la Plaza Carso, autopistas, Centros de Transferencia Modal (CETRAM), la planta Coca Cola de Toluca, entre otros proyectos de edificación, vivienda y turismo, infraestructura e industria. 
  
En su historia se encuentra, también el haber sido miembro fundador de la Sociedad Mexicana de Mecánica de Suelos; además, las grandes aportaciones que se han mencionado, en su paso por la academia, y el sector público y privado, lo llevaron a recibir en 2003 el Premio Nacional de Ingeniería Civil, una de las mayores distinciones del gremio.  
 
En el Instituto de Ingeniería siempre se mantuvo cercano, pidiendo asesorías a los investigadores en todos los puestos que ocupó. “Una constante en mi carrera ha sido realizar obras con un toque de investigación. Siempre me ha gustado escarbar en el porqué de las cosas” él mismo comentaba. Se le recuerda con cariño, por ser un excelente ingeniero, estructurista y constructor; y un gran ser humano, siempre amable, con una sonrisa, pero estricto en el trabajo.  
  
El Ingeniero Daniel Ruiz Fernández tuvo cuatro hijos, Roberto, Ana María, Irene y Alicia, fruto de su matrimonio de 60 años con la también exiliada española Ana María Vila, quien falleció en enero de 2012 y quien él recordaba como “una gran compañera de vida”. 
  
Este país, que al ser adolescente lo recibió con los brazos abiertos, hoy le agradece tan admirable trabajo. Será recordado con afecto por su familia, colegas, sus estudiantes, y por todos los que a través de esta noble profesión buscan el desarrollo del país.  
  
Su partida, representa un momento doloroso para quienes lo rodeaban y apreciaban, pero su recuerdo, sus enseñanzas y las experiencias vividas durante 92 años, quedarán plasmadas para siempre en la historia de la ingeniería mexicana y del México moderno que él, con su trabajo, ideas, valores y su gran compromiso, vio crecer día a día.   


 

¡Hasta siempre! 


 

*Con información del libro Rumbo y Carácter, de Sol Levin. 

*Con información de la entrevista de Daniel N. Moser a Daniel Ruiz Fernández en la revista Geotecnia, no. 232, 2014. https://bit.ly/3gcFj0j