Desde la antigua Grecia se empleaban mecanismos para limpiar aguas contaminadas y reciclarlas, a pesar de ello, sus sistemas eran muy rudimentarios, pero con el paso de los años las siguientes civilizaciones afinaron los métodos para darle un mejor tratamiento a las aguas residuales. El gran auge de estos procedimientos se dio en la transición del S.XIX y el S. XX.
Así lo explicó el Dr. Francisco Javier Cervantes Carrillo en su conferencia “Estrategias para convertir plantas de tratamiento de aguas residuales industriales en centros de recuperación de recursos” impartida en la terraza de la Torre de Ingeniería el 8 de noviembre de 2019.
El Dr. Francisco Javier Cervantes Carrillo, ingeniero biotecnólogo egresado del Instituto Tecnológico de Sonora, recién incorporado al Instituto de Ingeniería en campus Juriquilla, señaló que uno de los retos implicados en las plantas de tratamiento son los altos costos de esta tecnología, debido a que existen contaminantes emergentes que son difíciles de caracterizar.
También explicó que incluso los países desarrollados tienen una baja proporción de agua sin tratar, en el reporte de Naciones Unidas estos gobiernos reportaron alrededor de 30% de tratamiento de aguas residuales, mientras tanto en México, se reduce todavía más el porcentaje de este rubro, pero buscan alcanzar la meta del 2030 para que el 70% de aguas estén cubiertas con algún tipo de tratamiento.
¿Por qué no se ha logrado la meta de tratar todos los vertientes y las descargas industriales? Principalmente porque se trata de un tema complejo que implican los altos costos de construcción y de mantenimiento de las plantas de tratamiento, “pero también hay una gran complejidad de aguas residuales de diferentes sectores y además, día a día siguen surgiendo contaminantes emergentes persistentes que son difíciles de degradar”, comentó el biotecnólogo.
En Juriquilla realizaron diversos estudios de caso dedicados no sólo a la recuperación de recursos en este proceso, sino también para aplicar sistemas eficientes y económicamente viables comparados con los tradicionales, como la inyección de aire y de microorganismos a las aguas contaminadas que permiten descomponer todos esos contaminantes. Los altos niveles de materia orgánica y las elevadas concentraciones de nitrógeno permiten generar bioenergía que podrían generan electricidad en granjas o en campos agrícolas, además de hacer la irrigación en campos agrícolas con las agua tratadas. Así se le daría una una mejor degradación a la materia orgánica y crear sistemas sustentables para abastecer de energía eléctrica varios sectores de la población, concluyó el investigador.